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domingo, 14 de agosto de 2011

El Síndrome de Don Quijote

"La esperanza es lo último que se pierde", dice el viejo refrán. Eso es cierto, cuando tus ideales están arrastrándose por el suelo o, con suerte, en vuelo rasante. De lo contrario, si tus ideales son superiores a tus metas, si tus sueños bordean o sobrepasan la realidad, lo último que se pierde es la Ilusión. Entiéndase ésta en su concepción más romántica, el anhelo por algo más grande (o mejor) de lo que se haya experimentado antes. La Ilusión no es una locura, no es una pretensión infundada de algo irrealizable, no es la evasión del mundo real, tangible: es el deseo de que esa Realidad sea mejor de lo que es, es un Cronopio perdido en el tiempo y en el espacio, pero con intenciones de construir su casa ahí y entonces.
Alonso Quijano murió al haber perdido esa Ilusión que lo convirtió en Don Quijote. Nunca tuvo la esperanza de ser un caballero, por lo que nunca la perdió. Él fue un caballero andante, su ilusión fue la de realizar todas las proezas posibles y conquistar el amor de Dulcinea. Paradójicamente, las ilusiones son frágiles, pueden ser destruidas fácilmente. La de Don Quijote, fue derrotada por el Caballero de la Blanca Luna. La ilusión de alguien enamorado, es la más frágil de todas, un par de palabras y desaparece.
O se convierte en una simple esperanza...